Todos los dias muere alguien.

Leyendo el blog del gran Hermes, en una entrada recomendó ver Six feet under, una de mis series favoritas de toda la vida, que dan en el HBO y que se trata de una familia que trabaja en una funeraria. Copio y pego: Tienen que verla. Es bien brígida, y a veces pasan cosas que uno no quiere que pasen, pero filo. Así es la vida. Y así es la muerte también.
A veces pienso en la muerte. Y no como una pose gótico-vampirezca o suicida, para nada. Pienso en la muerte no mas. Es como tratar de entender, aceptar, soportar, como funcionan las cosas. No todo es frivolidad ni optimismo. En algún momento, casi siempre en el mejor momento, algo se encarga de hacernos poner los pies en la tierra y decirnos que todo es demasiado frágil como para cantar victoria. Tal vez si no sintiéramos el golpe, si no doliera, no sacaríamos nada en limpio. Lo único que queda es aguantar no mas, ponerle el pecho a las balas y esperar hasta que pase. Se me ocurre que cuando se va el mal momento (si es que se va, claro, si es que se supera), es como si quedara una tela invisible de sabiduría o fortaleza adherida a nosotros, como para enfrentar de mejor forma lo que viene.
Una vez, cuando no había pasado mucho tiempo desde que mi papa se murió, me puse a llorar en la calle, de la nada, en un paradero. Era de noche. Estaba con dos amigos esperando que pasara una micro. Me dio verguenza. Me tape la cara. Pero no me pude aguantar. No se puede andar débil por la vida. Pero ocurre. Si a alguien no le ha pasado algo así, le va a pasar tarde o temprano.
Lo que me une a cierta gente es que saben que la vida no es una canción de Diego Torres ni que los problemas se van leyendo El secreto. Son personas que entienden los matices y que hacen cosas en apariencia tan poco productivas e inútiles como hacer un alto en el camino y ponerse a pensar. En todo.
En cosas sin mayor importancia, pero también en los grandes temas, como el amor, la soledad, la vida y la muerte.

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