Watchmen: del final al principio.

21:15 hrs. Sábado. A nadie le gustan las despedidas, pero a esa hora nos despedimos. Eso fue en la salida del metro. Las tiendas ya estaban cerrando. Como 15 minutos antes tomábamos café helado, yo pedí con helado de manjar y la Violeta con la tradicional vainilla, (ojo con la trivia culinaria inútil), y comentábamos Wachtmen, la película que acabábamos de ver y que encontramos buenísima. En el cine la Violeta me preguntaba a cada rato "¿pero porque tanta sangre?" o miraba para otro lado en escenas muy fuertes para ella. Y yo me reía, alucinando con la película, porque era como subirse a una montaña rusa de noche, subidas y bajadas a cada rato, conectado a unos audífonos con una extraña pero increíble banda sonora con todo el volumen, olvidándome del mundo. Todos los personajes caen bien aunque algunos maten casi por cualquier cosa. Todos viven la eterna dualidad de un super heroe: tener una identidad oculta, anónima, sin mascaras y otra, la que todos conocen y admiran o juzgan, protegida bajo un disfraz. La película empezaba a las 17: 40 y eran las 17:05 cuando compramos las entradas. Como al lado del cine hay una biblioteca, hicimos hora ahí. Yo me puse a leer Sexo y poder, de Juan Pablo Meneses, un libro-reportaje a los bajos fondos sexuales de cierta elite chilena. La Violeta sacó un libro de tipografía que le tapaba la mitad del cuerpo. También me puse a hojear Lun con Mauricio Israel en zunga en la portada. Nos habían regalado el diario cuando fuimos a cambiar unos cupones para participar por un i pod y comprar 2 x 1 en el patio de comidas. Ahí comimos en el Fritz , a las 3 en punto. El tipo que nos atendió llegó con dos sándwich de lomo-palta-tomate-chucrut-mayo gigantes. Antes de dejarlos en nuestra bandeja, los puso en una pesa. El mío tenia 534 grm de sabor. Obvio que nos quedamos harto rato conversando después de esa comida para osos. Además estábamos algo cansados y hambrientos por haber recorrido casi todas las tiendas del mall. Yo quería comprarme ropa y no encontraba nada. Casi había perdido mis esperanzas hasta que por fin encontré algo. Ya eran las 2:30 no había comido nada y me sentía un poco débil. Salí del probador para preguntarle a la Violeta cómo me quedaba, pero ella no estaba por ningún lado. Tuve que preguntarle cómo me veía a la mujer a cargo de entregar los numeritos del probador. Obviamente me dijo que me veía bien con una sonrisa de multitienda; era su respuesta standard. Me miré un buen rato en el espejo con las dudas de siempre. Casi igual que en la mañana, cuando estaba en mi casa, tratando de ordenar mi pelo con las manos, recién salido de la ducha y sonó mi celular justo a las 11:30. Era la Violeta. Después de conversar un rato con ella, le dije: ¿Qué vas a hacer hoy en la tarde?
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